miércoles, 21 de octubre de 2020

UNA DE CACIQUES Y TIERRAS

UNA  DE CACIQUES Y TIERRAS

Buscando documentos de cómo algunas fincas de nuestro pueblo, (solana del Pino) pasaron a manos de caciques, me encuentro con un interesante libro llamado: Del caciquismo trágico (historia de infamias) escrito por PEDRO TORRES. Tirando del hilo de las informaciones de este documento, me aclara unas cuantas cosas sobre lo que yo andaba buscando y que os voy a contar. La zona de nuestro pueblo (parte del Valle de Alcudia y Sierra Madrona). Estaba habitada desde tiempos remotos, pero gozaba de una gran independencia propia, que no comprendo muy bien. Ni los Árabes ni los reyes castellanos tenían estas tierras en sus feudos, más bien parecía tierra de nadie y totalmente neutra, parece ser a que esta zona era usada como despensa, donde sus habitantes surtían de ganado, Miel, caza y otros productos al mejor postor a muy buenos precios, pienso que es por esto, que eran respetados por unos y otros.

Así estuvieron durante muchos años, hasta que un Rey llamado: Felipe III de España, apodado «el Piadoso» decidió de repartir estas tierras entre sus adeptos. Por ello en 1602 una parte de los terrenos comprendidos entre el río Montoro y la sierra Umbría de Alcudia, entre los que se encuentran: Las Tiñosas, el Alhorin o Valdefuentes. Son entregados por Merced a un Hidalgo llamado de los Treviños que vivía en Ciudad Real. A partir de aquí los habitantes de la zona dejaron de ser dueños y proveedores y pasaron gratuitamente a ser vasallos de un hidalgo decadente y un Rey más decadente aun, que poco tenia de Piadoso.

Así durante muchos años estas tierras van cambiando de manos, entre nobles sin nobleza, sifilíticos y degenerados, que no dudaban en casarse con su sobrina de 12 años, con tal de continuar la estirpe de Austrias y Borbones. Y como no de los Caciques de medio pelo que sometían al pueblo para el beneplácito del rey de turno como Felipe IV al que llamaban el putero mayor del reino, o su hijo que se creía que era una rana.

Hay una época en que no hay información, hasta que de nuevo aparecen los caciques herederos de los Treviño. Los que escriben una singular historia en la que aparece de nuevo nuestro pueblo y dice así en su libro Pedro Torres: Manuel Maldonado Rosales (hijo de Calixto Ramona Rosales Ladrón de Guevara y Álvaro Pedro Maldonado y Treviño) y vecino de Argamasilla se quedó con un quinto (este sería desde las tiñosas al río Montoro) y dos dehesas (Toriles y Valdefuentes). Un miembro de la familia describía así este “imperio rural”: Podría decirse que en los dominios de D. José Árdales no se ponía el sol. Desde dos estaciones antes al pueblo matriz, decía su madre, con un tontarra orgullo familiar, empezaban las grandes fincas de los Árdales, una tras otra, con sólo alguna solución de continuidad. Grandes en sentido relativo, que por Andalucía no alcanzarían el calificativo. Quintos manchegos, en torno a las 700 hectáreas. Desde la Casa de Pelayo, un guarda al que alguien mató, hasta Frangil extraño nombre, unos cuantos miles de fanegas de monte, acompañadas por la incontable retahíla de las tierras de pan llevar, los plantíos, los olivares, las almazaras, las bodegas. Todo un imperio rural. Y una soberbia toponimia que constituía, tan tontarramente como para su madre lo otro, el inexplicable orgullo de Manolo Gracián: Quebrastiles, la Retumba, el Muerto, Cantamochuelos, Majaborregas, Suertelarga, el Charco del Oso...Cada lugar con su historia montera y el agridulce recuerdo de todos los que habían sido y ya no eran por aquellas quebraduras.

Sucedió pues que este vecino de Argamasilla era un cacique de mala calaña y en su afán de controlar los pueblos, en los que tenía tierras usó sus influencias para controlar a los distintos secretarios de los ayuntamientos, poniendo en el de Mestanza a Heliodoro Peñasco. En Mestanza, existía la costumbre de largo tiempo de que en las fiestas que se celebraban en el mes de julio, los cofrades de la Hermandad de San Pantaleón, después de lidiar un toro bravo, atábanlo a una ventana y allí lo mataban a palos Peñasco consiguió no sin gran esfuerzo de voluntad y exponiéndose a muchos disgustos, desterrar esta costumbre lo que le costó el puesto. Será el presbítero D. Román Romero Delgado quien, conociendo la valía de Peñasco, le proporcione la Secretaría del Ayuntamiento de Solana del Pino con 1000 pts. /año, al que se marcha con su esposa, Natural de Mestanza, Doña Ramona Rodríguez. Allí acaba su carrera como abogado. Una vez acabada su carrera y tras comprender cómo funcionaban los caciques de la época, sus ideas se tornan republicanas. Cuando se produjeron las desamortizaciones de bienes comunales de finales del siglo XIX este secretario se opuso e invitó al pueblo a movilizarse, así figura en diferentes documentos: Las movilizaciones tuvieron resultados, al menos, en la etapa final. En el caso de Solana del Pino, asesorado el pueblo por el secretario republicano, Heliodoro Peñasco, el Ayuntamiento reunió en concejo abierto a todo el vecindario para apoyar la excepción de dos grandes fincas comunales, Sierra Madrona y Sierra Morena, cosa que se obtuvo definitivamente en 1897.

A Manuel Maldonado Rosales, heredero del hidalgo, esta intromisión del secretario no le gusto, daba a entender que no lo tenía tan controlado como quería. Al consumarse la excepción, el señor Rosales se quedó sin poder comprar (bueno especular) con los terrenos de la sierra. Posteriormente, figura en el libro: Que el señor Rosales, el cacique, obligó al secretario interceder para la compra venta de otros terrenos, cuyos dueños lo amenazaron de muerte, el extracto del juicio de su posterior muerte dice así:

Don Manuel Gómez lo afirma y el Juez de Almodóvar no lo negará.

Es cierto que al Sr. Peñasco refirió un individuo de la Solana del Pino, en cuyo pueblo había estado José Antonio Rosales visitando unas fincas, que el tal José Antonio dijo que Peñasco no podía nada contra ellos porque eran once hermanos y a mil duros cada uno reunirían once mil duros y que con esta cantidad era fácil encontrar un asesino. El respetable anciano D. José Ruiz Sánchez, en cuya casa dieron esta noticia al Sr. Peñasco veinte días antes, quizá no tantos de ser asesinado, y el individuo que tal noticia dio, así lo afirman, sin que se pueda dudar de su palabra. Es cierto que la persecución y el odio de los Rosales contra Peñasco llegó al extremo de querer procesarlo y expulsarlo de Solana, por profanación de lugar sagrado, cuando hubo que derribar unos ladrillos de la puerta del cementerio civil para poder dar sepultura al cadáver de D. Miguel Fernández y que, igualmente, quiso procesarse a la esposa del mismo Sr. Peñasco porque increpó, justamente indignada, a unos miserables que cantaban:

“Secretario, Secretario,

Ya te puedes preparar;

Si no te marchas del pueblo,

Tu cabeza va a volar”

En este curioso texto podemos ver como actuaban los caciques de la época, que incluso mandaron a un familiar suyo apodado el "curita" y a otro llamado el "pernales" a matar el secretario previo pago de 15000 pts. por no cumplir con sus deseos y después tratar de culpar a las gentes a las que quería comprar los terrenos por unos pocos reales, que nada tenían que ver con el valor real de las tierras.

En la siguiente desamortización el pueblo perdió sus tierras comunales, en favor del estado. Que unos años más tarde subastarán sin que nadie se enterase por un ridículo precio, e irían a parar a las manos de otros pocos caciques, Condes, Duques, y Marqueses con sus correspondientes hidalgos vasallos o abogados como les queramos llamar ahora. Que son peores aún, que aquellos antepasados suyos, de la nobleza rancia y decadente, enfermiza y despiadada. Que lejos de desaparecer siguen entre nosotros expoliando los recursos naturales, los territorios públicos y privados, eliminando la memoria y borrando la historia, para que prevalezca la suya. Historia que tal vez seamos nosotros los que la tendríamos que cambiar como una vez hicieron los franceses. Nunca es tarde si la dicha es buena.




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