UNA DE CACIQUES Y TIERRAS
Buscando documentos de cómo algunas fincas de nuestro
pueblo, (solana del Pino) pasaron a manos de caciques, me encuentro con un
interesante libro llamado: Del caciquismo trágico (historia de
infamias) escrito por PEDRO TORRES. Tirando del hilo de las informaciones
de este documento, me aclara unas cuantas cosas sobre lo que yo andaba buscando
y que os voy a contar. La zona de nuestro pueblo (parte del Valle de Alcudia y
Sierra Madrona). Estaba habitada desde tiempos remotos, pero gozaba de una gran
independencia propia, que no comprendo muy bien. Ni los Árabes ni los reyes
castellanos tenían estas tierras en sus feudos, más bien parecía tierra de
nadie y totalmente neutra, parece ser a que esta zona era usada como despensa,
donde sus habitantes surtían de ganado, Miel, caza y otros productos al mejor
postor a muy buenos precios, pienso que es por esto, que eran respetados por
unos y otros.
Así estuvieron durante muchos años, hasta que un Rey
llamado: Felipe III de España, apodado «el Piadoso» decidió de repartir
estas tierras entre sus adeptos. Por ello en 1602 una parte de los terrenos
comprendidos entre el río Montoro y la sierra Umbría de Alcudia, entre los que
se encuentran: Las Tiñosas, el Alhorin o Valdefuentes. Son entregados por
Merced a un Hidalgo llamado de los Treviños que vivía en Ciudad Real. A partir
de aquí los habitantes de la zona dejaron de ser dueños y proveedores y pasaron
gratuitamente a ser vasallos de un hidalgo decadente y un Rey más decadente
aun, que poco tenia de Piadoso.
Así durante muchos años estas tierras van cambiando de
manos, entre nobles sin nobleza, sifilíticos y degenerados, que no dudaban en
casarse con su sobrina de 12 años, con tal de continuar la estirpe de Austrias
y Borbones. Y como no de los Caciques de medio pelo que sometían al pueblo para
el beneplácito del rey de turno como Felipe IV al que llamaban el putero mayor
del reino, o su hijo que se creía que era una rana.
Hay una época en que no hay información, hasta que de nuevo
aparecen los caciques herederos de los Treviño. Los que escriben una singular
historia en la que aparece de nuevo nuestro pueblo y dice así en su libro Pedro
Torres: Manuel Maldonado Rosales (hijo de Calixto Ramona Rosales Ladrón de
Guevara y Álvaro Pedro Maldonado y Treviño) y vecino de Argamasilla se quedó
con un quinto (este sería desde las tiñosas al río Montoro) y dos dehesas
(Toriles y Valdefuentes). Un miembro de la familia describía así este “imperio
rural”: Podría decirse que en los dominios de D. José Árdales no se ponía el
sol. Desde dos estaciones antes al pueblo matriz, decía su madre, con un
tontarra orgullo familiar, empezaban las grandes fincas de los Árdales, una
tras otra, con sólo alguna solución de continuidad. Grandes en sentido
relativo, que por Andalucía no alcanzarían el calificativo. Quintos manchegos,
en torno a las 700 hectáreas. Desde la Casa de Pelayo, un guarda al que alguien
mató, hasta Frangil extraño nombre, unos cuantos miles de fanegas de monte,
acompañadas por la incontable retahíla de las tierras de pan llevar, los
plantíos, los olivares, las almazaras, las bodegas. Todo un imperio rural. Y
una soberbia toponimia que constituía, tan tontarramente como para su madre lo
otro, el inexplicable orgullo de Manolo Gracián: Quebrastiles, la Retumba, el
Muerto, Cantamochuelos, Majaborregas, Suertelarga, el Charco del Oso...Cada
lugar con su historia montera y el agridulce recuerdo de todos los que habían
sido y ya no eran por aquellas quebraduras.
Sucedió pues que este vecino de Argamasilla era un cacique
de mala calaña y en su afán de controlar los pueblos, en los que tenía tierras
usó sus influencias para controlar a los distintos secretarios de los
ayuntamientos, poniendo en el de Mestanza a Heliodoro Peñasco. En Mestanza,
existía la costumbre de largo tiempo de que en las fiestas que se celebraban en
el mes de julio, los cofrades de la Hermandad de San Pantaleón, después de
lidiar un toro bravo, atábanlo a una ventana y allí lo mataban a palos Peñasco
consiguió no sin gran esfuerzo de voluntad y exponiéndose a muchos disgustos,
desterrar esta costumbre lo que le costó el puesto. Será el presbítero D. Román
Romero Delgado quien, conociendo la valía de Peñasco, le proporcione la
Secretaría del Ayuntamiento de Solana del Pino con 1000 pts. /año, al que se
marcha con su esposa, Natural de Mestanza, Doña Ramona Rodríguez. Allí acaba su
carrera como abogado. Una vez acabada su carrera y tras comprender cómo
funcionaban los caciques de la época, sus ideas se tornan republicanas.
Cuando se produjeron las desamortizaciones de bienes comunales de finales del
siglo XIX este secretario se opuso e invitó al pueblo a movilizarse, así figura
en diferentes documentos: Las movilizaciones tuvieron resultados, al menos, en la
etapa final. En el caso de Solana del Pino, asesorado el pueblo por el
secretario republicano, Heliodoro Peñasco, el Ayuntamiento reunió en concejo
abierto a todo el vecindario para apoyar la excepción de dos grandes fincas
comunales, Sierra Madrona y Sierra Morena, cosa que se obtuvo definitivamente
en 1897.
A Manuel Maldonado Rosales, heredero del hidalgo, esta
intromisión del secretario no le gusto, daba a entender que no lo tenía tan
controlado como quería. Al consumarse la excepción, el señor Rosales se quedó
sin poder comprar (bueno especular) con los terrenos de la sierra.
Posteriormente, figura en el libro: Que el señor Rosales, el cacique, obligó al
secretario interceder para la compra venta de otros terrenos, cuyos dueños lo
amenazaron de muerte, el extracto del juicio de su posterior muerte dice así:
Don Manuel Gómez lo afirma y el Juez de Almodóvar no lo
negará.
Es cierto que al Sr. Peñasco refirió un individuo de la
Solana del Pino, en cuyo pueblo había estado José Antonio Rosales visitando
unas fincas, que el tal José Antonio dijo que Peñasco no podía nada contra ellos
porque eran once hermanos y a mil duros cada uno reunirían once mil duros y que
con esta cantidad era fácil encontrar un asesino. El respetable anciano D. José
Ruiz Sánchez, en cuya casa dieron esta noticia al Sr. Peñasco veinte días antes,
quizá no tantos de ser asesinado, y el individuo que tal noticia dio, así lo
afirman, sin que se pueda dudar de su palabra. Es cierto que la persecución y
el odio de los Rosales contra Peñasco llegó al extremo de querer procesarlo y
expulsarlo de Solana, por profanación de lugar sagrado, cuando hubo que
derribar unos ladrillos de la puerta del cementerio civil para poder dar
sepultura al cadáver de D. Miguel Fernández y que, igualmente, quiso procesarse
a la esposa del mismo Sr. Peñasco porque increpó, justamente indignada, a unos
miserables que cantaban:
“Secretario, Secretario,
Ya te puedes preparar;
Si no te marchas del pueblo,
Tu cabeza va a volar”
En este curioso texto podemos ver como actuaban los caciques
de la época, que incluso mandaron a un familiar suyo apodado el
"curita" y a otro llamado el "pernales" a matar el
secretario previo pago de 15000 pts. por no cumplir con sus deseos y después
tratar de culpar a las gentes a las que quería comprar los terrenos por unos
pocos reales, que nada tenían que ver con el valor real de las tierras.
En la siguiente desamortización el pueblo perdió sus tierras
comunales, en favor del estado. Que unos años más tarde subastarán sin que
nadie se enterase por un ridículo precio, e irían a parar a las manos de otros
pocos caciques, Condes, Duques, y Marqueses con sus correspondientes hidalgos
vasallos o abogados como les queramos llamar ahora. Que son peores aún, que aquellos
antepasados suyos, de la nobleza rancia y decadente, enfermiza y despiadada.
Que lejos de desaparecer siguen entre nosotros expoliando los recursos
naturales, los territorios públicos y privados, eliminando la memoria y
borrando la historia, para que prevalezca la suya. Historia que tal vez seamos
nosotros los que la tendríamos que cambiar como una vez hicieron los franceses.
Nunca es tarde si la dicha es buena.
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