Hoy, hace un año de aquel día que se decretó el estado de alarma en el país y con ello empezó el confinamiento que duró varios meses. Un año después, poco recordamos de aquellos días de incertidumbre, tal vez sea porque no queremos recordar, aquellos días de inseguridad, miedo y desasosiego, ante algo nuevo que no sabíamos cómo sobrellevar.
Con el
confinamiento, llegaron muchos momentos inverosímiles, la gente salía a los
balcones tratando de mostrar su solidaridad, hacia aquellos que tenían que
seguir trabajando para salvar las vidas de la gente contagiada. Igual solo
buscaban un poco de interacción humana con los demás, algo a lo que estábamos
acostumbrados, unos cantaban, otros mostraban sus creaciones artísticas y otros
nos martirizaban todos los días con el Resistiré del Dúo Dinámico, entre palmas
de apoyo a no sé qué. Porque la solidaridad esa que mostrábamos día a día en
nuestros balcones, acabó en el primer minuto en que nos desconfinaron sin
pensar que esto no había acabado.
Recuerdo que
luego vinieron las mascarillas, como ya había para todos las hicieron
obligatorias. Esto de las mascarillas sé que era una novedad para muchos, los que trabajábamos con ellas a diario sabíamos que hay que seguir algunas normas
básicas para que sean efectivas, a saber: no se les puede hacer un agujero para
meter el cigarro, no te las puedes quitar y dejarlas encima del mostrador,
cuando vas a comprar para que te entienda el vendedor, no estar todo el rato
quitándotelas y poniéndotelas con las manos con más mierda que la panza de un
borrego, la gente decía que se asfixiaba, que se les empañan las gafas y
diferentes excusas más para no ponérselas, al final casi todos nos
acostumbramos a ellas y un año después parece que nos hemos dado cuenta de que
salvan vidas y todos vamos enmascarados. "Ni en el sueño más loco imaginé,
que iba a entrar al banco enmascarado a pedir dinero."
Este año también
va a pasar a la historia, como el año del Hidrogel, en el que aprendimos a lavarnos
las manos, "yo no las había tenido tan limpias en mi vida" con esto de virus hay que
tener mucha higiene, a ver si se enteran esos que le cantan los alerones más
que un jilguero de concurso, que por otro lado no sé porque hay que lavarse
tanto las manos, si el virus se transmite por el aire, ni que respirásemos por
la piel como las salamandras, o tuviéramos las narices en los dedos, no sé no lo
entiendo aun.
Cuando llevábamos
un par de meses de confinamiento, empezaron a salir los conspiranoicos, con sus
extrañas teorías sobre la pandemia, algunos decían que esto del virus es una
invención de los laboratorios farmacéuticos para vendernos medicinas, otros que
si un chino se ha comido un murciélago de las espesuras de la selva, otros que
ha sido el Trump o Bill Gates, los del PP dicen que han sido los comunistas
para cargarse al rey emérito que tiene un huevo de años y así un montón de
versiones. Me da a mí la impresión que lo que pasa realmente no lo vemos, somos un poco ineptos aunque no lo parezca. Y es que el alarmismo que crea esta gente ya
ronda la estupidez, algunos no hacen más que repetir lo que van hacer cuando
todo vuelva a la normalidad. Que digo yo que seguirán igual de capullos que
siempre, porque no han sido normales nunca.
Luego
llegaron las desescaladas, el distanciamiento social, las franjas horarias, donde cada grupo de población tenía
unas horas para hacer deporte, salir a pasear o sacar a los niños y que no cumplía
ni Dios, no sé si porque no se enteraban con tanto cambio o porque no les daba
la gana enterarse, me llamaba la atención esa gente, que estaba en la calle
quejándose de que había mucha gente en la calle, cuando ellos también estaban
en la calle. "no lo entiendo."
Después empezaron
los políticos, a crear un clima de crispación y lucha continua contra el gobierno,
que es al que parece que hay que derrocar en vez de al virus, convocaron
caceroladas, manifestaciones etc. Mientras la gente seguía muriendo, así
llevamos un año donde algunas Comunidades Autónomas, hacen todo lo contrario a lo que
recomiendan los científicos, esto pone de manifiesto que la hegemonía de unos
pocos, está por encima de la estabilidad de un país. Mientras miles de negocios
estaban cerrados, cientos de miles de personas perdiendo sus trabajos o su medio de vida, en medio
de una total indefensión, estas elites se dedicaban a extender el virus por
todo el país al ser poseedores de salvoconductos para poder viajar, irse a
cazar, esquiar o darse un paseo en su yate de Sotogrande.
Me podía seguir
extendiendo, porque este año ha dado para mucho. Al final llegaron las vacunas, lo que nos da un poco de esperanza. Obviamente la magnitud del problema sigue
siendo inmensa. Lo que llegó, ha llegado y es algo que ha venido para quedarse,
es algo que nos ha cambiado a todos. Han sido muchas familias rotas, muchas
personas muertas en soledad, sin poder despedirse de sus personas más
allegadas, sin tener un entierro como a sus familiares les hubiera gustado. Es
algo que no debemos de olvidar, es algo que debe hacernos cambiar, nadie,
ningún país está preparado para luchar contra una pandemia, pero sí sabemos cuál
debe ser el horizonte, más ciencia, más sanidad pública, más servicios sociales
públicos, más recursos económicos, más solidaridad, para poder hacer frente a
situaciones inesperadas.
No debemos
olvidar a todas las personas que han fallecido y el dolor que han dejado. Y dar
las gracias a quienes han estado al pie del cañón haciéndonos un poco más
llevadero este año tan extraño y triste.