Tirando del hilo de las informaciones de este documento, me aclara unas cuantas cosas sobre lo que yo andaba buscando y que os voy a contar. La zona de nuestro pueblo (parte del Valle de Alcudia y Sierra Madrona), estaba habitada desde tiempos remotos, pero gozaba de una gran independencia propia, que no comprendo muy bien. Ni los Árabes ni los reyes castellanos tenían estas tierras en sus feudos, más bien parecía tierra de nadie y totalmente neutra, parece ser que esta zona era usada como despensa, donde sus habitantes surtían de ganado, miel, caza y otros productos al mejor postor a muy buenos precios, pienso que es por esto, que eran respetados por unos y otros.
Así, durante muchos años estas tierras van cambiando de manos, entre nobles sin nobleza, sifilíticos y degenerados, que no dudaban en casarse con su sobrina de 12 años, con tal de continuar la estirpe de Austrias y Borbones. Y cómo no, de los Caciques de medio pelo que sometían al pueblo, para el beneplácito del rey de turno. Cómo Felipe IV al que llamaban el putero mayor del reino, o su hijo que se creía que era una rana.
Hay una época, en la que no hay información, hasta que de nuevo aparecen los caciques herederos de los Treviño. Los que escriben una singular historia en la que aparece de nuevo nuestro pueblo y dice así en su libro Pedro Torres: Manuel Maldonado Rosales (hijo de Calixto Ramona Rosales Ladrón de Guevara y Álvaro Pedro Maldonado y Treviño), vecino de Argamasilla se quedó con un quinto (este sería desde las Tiñosas al río Montoro) y dos dehesas (Toriles y Valdefuentes). Un miembro de la familia describía así este “imperio rural”: Podría decirse que en los dominios de D. José Árdales no se ponía el sol. Desde dos estaciones antes al pueblo matriz, decía su madre, con un tontarra orgullo familiar, empezaban las grandes fincas de los Árdales, una tras otra, con sólo alguna solución de continuidad. Grandes en sentido relativo, que por Andalucía no alcanzarían el calificativo. Quintos manchegos, en torno a las 700 hectáreas. Desde la Casa de Pelayo, un guarda al que alguien mató, hasta Frangil extraño nombre, unos cuantos miles de fanegas de monte, acompañadas por la incontable retahíla de las tierras de pan llevar, los plantíos, los olivares, las almazaras, las bodegas. Todo un imperio rural. Y una soberbia toponimia que constituía, tan tontárramente como para su madre lo otro, el inexplicable orgullo de Manolo Gracián: Quebrastiles, la Retumba, el Muerto, Cantamochuelos, Majaborregas, Suertelarga, el Charco del Oso...Cada lugar con su historia montera y el agridulce recuerdo de todos los que habían sido y ya no eran por aquellas quebraduras.
Ya te puedes preparar;
Si no te marchas del pueblo,
Tu cabeza va a volar”
En este curioso texto podemos ver como actuaban los caciques de la época, que incluso mandaron a un familiar suyo apodado el "Curita" y a otro llamado el "Pernales" a matar al secretario, previo pago de 15000 pts., por no cumplir con sus deseos. Y después tratar de culpar de su muerte, a las gentes a las que quería comprar los terrenos por unos pocos reales, que nada tenían que ver con el valor real de las tierras y así poderse quedar con ellas (posiblemente estas tierras fueran los Hijuelos o el Agua Fría).